El número de mujeres que se decide a “darle a la llave de contacto” y salir del atasco del paro con su propio negocio no cesa de crecer. No en vano, si esto de emprender se ha convertido en el mantra de esta España en crisis, montar una empresa aún se vuelve más acuciante para las mujeres dado que éstas siguen enfrentándose a un tejido empresarial machista (donde incluso les resulta más difícil acceder a un puesto de trabajo), además andan sometidas a horarios que impiden la conciliación familiar, cobran menos y, para colmo, los jefes hacen prácticas de caballerosidad en su piel. Sí, las damas primero, pues ellas son las primeritas en degustar los expedientes de regulación de empleo.

Éstas y otras razones arrojan a las mujeres en los brazos de la emprendeduría. Así, ante la disyuntiva, surgen las mamis emprendedoras (momempreneur); un término con el que sea acuña una nueva casta de mujer, empeñada en no abandonar las trincheras laborales, pero que no desea dar plantón a su reloj biológico. De esta manera, de diciembre de 2011 a julio de 2012, las emprendedoras han aumentado en 2.634 autónomas, lo que significa un 0,3% más, llegando a un total de 1.053.106.

Además, muchas empresas recelan de las mujeres y sólo atisban problemas cuando se les presenta el dilema de contratarlas. Son estremecedoramente ciertas las palabras de Patricia Fernández, directora general de la Fundación CEHAT-CEOE: “las mujeres sólo ocupan el 10% de los puestos y cobran un 18% menos que sus compañeros varones a pesar de que representan más del 60% de los universitarios del país y obtienen mejores calificaciones”.

Según Fernández, un 50% del talento de este país se nos va por el desagüe del machismo, puesto que el Estado invierte en la formación de mujeres, pero su potencial se malgasta al no existir una posibilidad lo suficientemente desarrollada para que esta partida retorne.

Por lo tanto, ante esta perspectiva, cómo extrañarnos de que el número de mujeres siga creciendo. Se sienten infravaloradas y, para colmo, en un clima muy adverso para la crianza de los hijos, pues en España los horarios de trabajo andan reñidos con este “caprichoso” derrotero de la naturaleza femenina. En este sentido, y en un intento por inyectar sentido común a nuestra jornada, trabaja la Asociación para la Racionalización de los horarios españoles (ARHOE). Les deseamos suerte.

En definitiva y analizado el panorama, sólo nos queda remitirnos a un clásico del cine infantil readaptado al problema actual: “De Kensington a Billingsgate un grito sólo hay, pues pide el sexo débil ser al varón igual. Por la igualdad en el vivir y en el vestir también tenemos todas que luchar en guerra sin cuartel”. Pues eso, un poco de guerra con las armas de las S.A y las S.L. empuñadas por mujeres.