Es posible que una PYME tenga problemas de viabilidad o unos beneficios que no cumplan las expectativas porque el producto que fabrica o el servicio que ofrece está limitado, saturado o con una competencia muy fuerte dentro de las fronteras en que la empresa se encuentra implantada. También puede ocurrir que, aunque sus ingresos netos se encuentren en unos márgenes razonables, su objetivo sea crecer o desarrollarse a unos niveles mucho mayores.

Tanto para un caso como para el otro, la internacionalización de la empresa puede suponer una buena solución. No obstante, la abertura de puertas más allá de nuestras fronteras, es decir, el desarrollo tomando como referencia otros países, con hábitos culturales, directrices económicas, políticas laborales y pautas de consumo muy distintos requiere de una rigurosa labor de análisis y planificación.

El paso previo es un análisis exhaustivo de la situación inicial de la empresa: entorno de gestión, situación global de la empresa y de la competencia, así como estado actual y posible evolución del mercado. Para realizar este estudio correctamente es muy recomendable contratar los servicios de una consultora.

Si una vez valoradas las variables anteriores se llega a la conclusión de que la mejor opción es iniciar un proceso de internacionalización, deben conocerse y valorarse sus diversas tipologías y estrategias.

Cuando hablamos de la internacionalización de un PYME, nos referimos a un proceso complejo y heterogéneo. Existen diversos tipos de internacionalización que abarcan un amplio espectro que va desde la simple exportación a otras zonas a la implantación de unidades productivas (fábricas) en países más rentables.

Podemos establecer tres grandes clases de internacionalización: exportación, apertura de licencias e inversión directa en el exterior. Esta división tan genérica admite subdivisiones más específicas.

Por ejemplo, podemos hablar de exportación directa o exportación indirecta. Dentro de las licencias encontramos: acuerdos de distribución, franquicias, contratos de fabricación y cesión de patentes. Por último, la inversión directa puede tratarse de apertura de nuevas fábricas o de asociaciones de empresas.

Obviamente, cada tipo de internacionalización requiere de una inversión y estrategia de implantación distinta. De esta cuestión, así como de las ventajas e inconvenientes de cada opción hablaremos en próximos artículos.

Carlos Zuriguel

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